El grupo Arqueología de la Guerra Civil Española ha trabajado durante todo el mes de julio en el antiguo Asilo de Santa Cristina, el lugar donde el coronel Adolfo Prada firmó la capitulación de la República en 1939
“Por primera vez desde que empezamos, no tenemos nada de financiación pública”
“A la gente le cuesta visualizar el interés que puede tener la arqueología de la Guerra Civil y me da la sensación de que si nos vieran en directo todo sería distinto”
Palas, picos, pinceles, ordenadores y estaciones totales para medición topográfica. El grupo Arqueología de la Guerra Civil Española ha vuelto a las trincheras de la Ciudad Universitaria de Madrid, frente de guerra durante la práctica totalidad de la campaña militar. Liderados por el investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Alfredo González-Ruibal, esta vez el colectivo, uno de los más punteros del Estado en arqueología del conflicto, ha centrado sus excavaciones en el Asilo de Santa Cristina, un antiguo hospicio inaugurado en 1895 que quedó prácticamente destruido en la contienda y fue derruido tras esta.
El lugar tiene una importancia histórica especial, no solo por ser el escenario cotidiano de casi tres años de batalla, sino porque se trata del punto exacto donde, el 28 de marzo de 1939, el coronel republicano Adolfo Prada rindió la plaza de Madrid ante el coronel franquista Eduardo Losas, hecho que puso fin al conflicto.
“Este lugar fue ocupado por tropas franquistas durante los primeros días de la Batalla de Madrid, entre los días 15 y 18 de noviembre [de 1936]”, explica González-Ruibal. A pesar de que tras los primeros combates los edificios –ubicados en el actual Parque de Julio del Amo, entre el Hospital Clínico y la facultades de Medicina y Odontología de la Universidad Complutense– quedaron muy dañados, el ejército franquista utilizó los distintos pabellones del asilo durante los dos años y medio que estuvo allí asentado. “Se trata de una base militar de primera línea, porque los republicanos –la columna de López Tienda y las tropas del anarquista Durruti en las jornadas iniciales de la batalla, junto con las Brigadas Internacionales–estaban a 30 y 50 metros”.
El grupo de arqueólogos ha podido excavar en lo que fue un espacio civil transformado en fortificación militar, que incluía un refugio antibombardeo sito junto a las piletas de los lavaderos del asilo. Además, los investigadores han podido constatar las condiciones en las que vivían los soldados, ya que uno de los pabellones fue utilizando como “cantina-bar de primerísima línea” de fuego. “Cuando hemos excavado el espacio entre dos edificios hemos encontrado una cantidad enorme de restos de vidrio; de botellas de jerez, de licor, de anís, benjamines de cava, una botella de Martini… Esta gente estaba muy bien suministrada de bebidas alcohólicas porque estaban en primera línea, en una zona sometida al fuego enemigo, francotiradores y guerra de minas”, destaca González-Ruibal.
El investigador señala además que los restos de comida –huesos ovino, porcino y vacuno, chirlas o raspas de pescado, entre otros– “llaman la atención, porque en un momento en que los ciudadanos de Madrid se estaba muriendo de hambre, estos soldados que sitiaban la ciudad estaban perfectísimamemente alimentados”.
- Bombas, insignias y esvásticas.
Entre los objetos que el grupo ha hallado durante el mes que ha durado el proyecto se encuentra una treintena de bombas, entre granadas, proyectiles de artillería y de mortero, de las cuales ocho estaban sin explotar, razón por la cual los artificieros han tenido que intervenir según el procedimiento habitual al producirse este tipo de hallazgos. “Las bombas aparecieron en la única zona de este lugar que no fue modificada en la guerra y posteriormente”, apunta González-Ruibal. En el mismo área se mantiene aún un gran cráter producido por una explosión causada por la guerra de minas, una práctica por la cual, en zonas de líneas estables, se excavaban túneles para después colocar y detonar explosivos bajo el enemigo.
Además, han encontrado todo tipo de objetos relacionados con el día a día del frente como latas de conserva, cascos, botones o munición. También insignias de Falange y de los legionarios, cuerpo que luchó en la Batalla de Madrid. “El objeto más raro es una esvástica hecha de forma casera recortando una placa de zinc o algo similar, realizada quizá por un soldado en tiempos muertos”.
- Histórico, y sin financiación.
No hay duda de que el lugar es el punto concreto donde el Prada rindió Madrid ante Losas. “Existe una filmación en la que se ve al coronel republicano haciendo el acto de capitulación. Por el ángulo de la grabación se ve la esquina del edificio de la cantina, con lo que el sitio donde se produjo la rendición fue exactamente aquí”, explica el arqueólogo del CSIC sobre el punto concreto donde tuvo lugar el hecho histórico, “con un error de cuatro o cinco metros”.
Es un lugar que se suma a la larga lista de excavaciones llevadas a cabo por el grupo Arqueología de la Guerra Civil, que comenzó sus trabajos en 2008 y ha investigado en una decena de puntos a lo largo de todo el Estado, de Belchite (Aragón) al País Vasco o Guadalajara. Sin embargo, este año se ha producido una peculiaridad: “Por primera vez desde que empezamos, no tenemos nada de financiación pública. Los últimos años solo teníamos, fundamentalmente, financiación europea pero este año hemos llegado al cero”, indica el arqueólogo del CSIC.
El proyecto, que no ha contado con el interés ni de Ayuntamiento ni Comunidad, se sufraga gracias a las aportaciones de siete universitarios norteamericanos, que pagan por aprender y trabajar en las excavaciones. Son estudiantes de Arqueología, Ciencias Políticas, Antropología o Periodismo de diferentes universidades. “Los hay que están interesados en la parte arqueológica de aprender el método y otros que lo están más en tener una experiencia en un país extranjero y conocer su historia”. Además, una quincena de alumnos de la Complutense han colaborado en el proyecto.
A pesar del indudable importancia histórica del emplazamiento, el investigador plantea ante la falta de interés de las instituciones: “Creo que a la gente le cuesta visualizar el interés que puede tener la arqueología de la Guerra Civil y me da la sensación de que si nos vieran en directo todo sería distinto”.
- Arqueología para todos.
La excavación se enmarca bajo una filosofía de arqueología pública y de participación ciudadana. “Nosotros siempre hacemos los proyectos como arqueología pública: estamos mucho en la redes sociales, invitamos a todo el mundo a que nos visite, hacemos jornadas de puertas abiertas –el pasado sábado contaron con 130 visitantes–, pero a mí este año he hubiese gustado haberlo hecho más participativo y contar con los ciudadanos, pero eso es difícil hacerlo sin un equipo que gestione el personal”, expone González-Ruibal. Si bien es cierto que las excavaciones del pasado año –realizadas en la Ciudad Universitaria y la Casa de Campo– contaron con la visita de algunos cargos municipales, este año “ese interés no se ha materializado en nada”, apunta.
Tras un mes de trabajos el grupo de arqueología del conflicto termina este jueves su campaña de verano en la Universitaria de Madrid tras añadir una página más a la historia reciente del país. Si el año que viene consiguen de nuevo financiación, González-Ruibal no lo duda: “Seguiremos con todo esto”.
(Pablo Rivas, El Salto)